lunes, 4 de junio de 2007

Cacho de recuerdo

¿Quién es Carlos de la Púa? La verdad es que muchos de nosotros no tendríamos ni idea de quién pudiera ser Carlos de la Púa, de no ser por ciertas lecturas atentas y detallistas. Una primera referencia nos ha llegado a muchos por intermedio de Jauretche, cuyos pensamientos tenemos en gran estima. En un pasaje de El medio pelo en la sociedad argentina, donde se indaga acerca de las transformaciones en la Argentina del crecimiento agroexportador, de la inmigración, del crecimiento urbano, a principios del siglo pasado, el autor nos va mostrando la forma en que la ciudad central se constituye como un intrincado mosaico cultural. Un "intrincado proceso de multiplicaciones, divisiones, sumas y restas" entre elementos culturales diversos que incluyen el pasado tradicional de las profundidades indígenas y los elementos novedosos de procedencia ultramarina.

Allí, donde el conventillo y el barrio vienen a funcionar como dispositivos de integración —formadores del crisol de razas— y a pesar de las duras condiciones a las que son expuestas las mayorías; allí, nos dice Jauretche, apareció algo nuevo, hijo de la mezcla (como todo hijo, ¿no?), original, vital, único, de una potencia extraordinaria, que encarnó en una identidad. Quizá, la identidad más noble de Buenos Aires. Algunos artistas, algunos pensadores creativos, tuvieron la sensibilidad de captar y expresar esa identidad bajo las formas necesarias. Fray Mocho, Vacarezza, Discepolo, Manzi, Cátulo Castillo, Marechal, Contursi, Celedonio Flores, Cadícamo son algunos de los grandes poetas que nuestra escasa cultura y conocimientos nos permiten mencionar. Y entre ellos, dice Jauretche, "¡Carlos de la Púa es una carta más en este baraje de pintas y figuras!".

Pero claro, de la Púa no es un poeta de las vanguardias de su tiempo. No encaja en los moldes del modernismo ni del cosmopolitismo, y por eso nunca contó con el interés de Sur ni de la cultura oficial en general; ni tampoco fue un exponente de las altas tradiciones de la aristocracia vacuna. Tal vez por eso Lugones jamás hubiera pensado siquiera en incluirlo como parte de su "linaje de Hércules", genealogía que extendió hasta los orígenes de la civilización helénica, que pasó por los trovadores latinos, el amor cortez, la lengua provenzal, las corporaciones obreras medioevales, la épica y todas las formas occidentales del ideal estético, y en cuya culminación puso al gaucho domesticado, el Martín Fierro de La vuelta.

Es que de la Púa fue, en todo caso, el pintor, el retratista fiel del "cuadro bravo de la ciudad" [Puente Alsina] que intranquiliza a la oligarquía de principios del siglo XX. Su prosapia asciende, más bien por el lado de Eduardo Gutierrez y su gaucho malo, Juan Moreira, que se hace matar por los milicos antes de bajar la cabeza. Tampoco es él un poeta del compromiso político desde las alturas. No es un panfletario. Nunca escribió Odas a la Revolución de Octubre (de 1917, entendámonos).

No hace falta explicar lo que suele ocurrir con las figuras de la cultura que no entran en estos cánones. Pero podemos decirlo: se vuelven malditos. Es difícil no haber sentido nombrar a Silvina Ocampo, a Borges, a Bioy Casares. Y está muy bien. Hasta conviene leerlos y pensarlos, como se ha intentado hacer en este mismo espacio. Ahora bien, de no ser por la lectura atenta de Jauretche, poco podríamos decir sobre de la Púa.

Una pequeña indagación permitió hallar algunas referencias más. Horacio Salas, por ejemplo, en su libro El Tango, dice:

"Año 1928. Carlos Muñoz y Pérez, el Malevo Muñoz, o más sencillamente Carlos de la Púa como él mismo prefirió rebautizarse en la tapa del libro, publicó La crencha engrasada, la obra mayor que produjo el lunfardo; en sus páginas, lo dialectal es tan sólo un escollo deliberado que puso el mismo escritor en el camino poético. Carlos de la Púa demostró en esas páginas que los límites de un género o un vocabulario se pueden superar sobre la base de ramalazos de talento, y al Malevo Muñoz le sobraba el talento hasta para inventar las palabras que calzaran en la forma perfecta de sus versos y que fueran tan justas que pasaran del texto al habla coloquial. La crencha engrasada no fue solamente una travesura lingüística o la transcripción rimada de una jerga esotérica: fue una visión de la ética, de la ideología más profunda y de la metafísica de los estratos marginales de Buenos Aires".

de la Púa es uno de los grandes poetas de Buenos Aires, de los barrios, del pueblo. De un Buenos Aires que ya no es el actual, pero que tal vez se le parezca bastante en algunos sentidos. En sus versos, el anclaje territorial de la cultura es un punto fundamental. En el barrio necesariamente han de desarrollarse sus substratos. Se trata de la ubicación espaciotemporal, no del refinamiento elitista, ni de la cultura en un mero sentido antropológico, sino de la cultura como instrumento de realización auténtica del pueblo, de la patria. En esta línea la obra de de la Púa tienen un profundo sentido porque se trata de un poeta maldito que la cultura "colonial" dejó de lado. Rescata lo más profundo de la identidad popular de Buenos Aires, lo más autentico, para elevarlo a su máxima potencia: la identidad de un pueblo como conciencia de su carácter único e irrepetible.

Reproducir algunos de sus versos es un acto de justicia. Consiste en rescatar del ostracismo y del olvido a un maldecido por la cultura colonial. El nombre de este autor nos permite afirmar, ya desde la forma, desde el nomos, como nominación y ley, una orientación. La que compartimos con un poeta que se define a partir de la Fidelidad en su identidad porteña y nacional:

"Ciudad,
te digo la frase guaranga del caló
para hacerte más mía, para hacerte más íntima…
Para que no perciban su porteño sabor
los que llevan la mugre del espíritu gringo".

Ciertamente, esto no va a gustar a quienes tengan pretensiones de élite y de alta cultura. No entenderán que la mugre del espíritu gringo no refiere al entusiasmo de los propios gringos por lo auténticamente nacional. Esa mugre, en todo caso, reside en la mentalidad de quien pretende una cultura artificial, sólo para ilustrados universitarios e intelectuales exitosos y de mundo. Algo "progre", la demagogia nacional y popular, pero que no tenga olor a barrio, a orilla ni a pueblo. Y menos a movimiento. Unas palabras del propio de la Púa, son elocuentes a este respecto, y parecen referir a él mismo y su obra como indicación:

"Cuando la avalancha químicamente rea parecía definitivamente derrotada por la idiotez cosmopolita de la urbe y la falta absoluta de cultura orillera, nos llega, entre las flores rantifusas de un libro de versos, el refuerzo necesario que la mersa precisaba y cuyas lejanas resonancias el corazón nos advertía" ["De Los poemas bajos"].

No debe extrañar, entonces, que en los versos de nuestro poeta aparezca también el mate. Así, entre el lunfardo de Cacho de recuerdo, la evocación de la compañera gaucha trae a colación la presencia, en el ambiente debute, de la gente ranera, de las violas, la caña, el faso. Y por supuesto, el mate…

"Suelo a veces curda, cuando estoy de farra,
deschavar cantando mi vida runflera
y entonces, en silencio, escucha la barra
una historia triste de mi compañera.

"Compañera buena que engrupí pendejo,
mujercita gaucha que nunca fayó,
la que tenía en los ojos un dejo
de esta tristeza que hoy tengo yo.

"Era mi cotorro bulín que reunía,
como en una cufa, la gente ranera.
El mate, la caña y el faso corría
mientras la encordada entraba en carrera.

"¡Tenidas de viola, tenidas materas
que aún las recuerdan los tauras bichocos,
siempre rechiflados por las milongueras
de hoy, que ni saben sonarse los mocos!

"¡Qué dieran las grelas que tanto hacen roncha
por tener la pinta de Pepa la Vasca,
o aquellas agayas de la parda Poncha
que murió en gayola, rasca que te rasca!

"¡Ambiente debute, que sólo el recuerdo
me trae consuelo cuando estoy de farra!
¡Tenidas queridas, que del lado izquierdo
me clavás adentro, muy hondo, la garra!

"Hoy todo se ha ido. Las grelas son grilas.
Los púas, froilanes que yiran de atrapa.
La merza, chitrulos, mangueros de gilas.
¡Los guapos de pogru la copan de yapa!

"Ya todo ha finichio… Con la cocaína,
con las milongueras, con los mascafrecho.
¡Cómo no extrañarte mi ambiente, mi mina!
¡Hoy estoy garpando todo el mal que he hecho!"

[La crencha engrasada. Corregidor, Buenos Aires, 1996. Págs. 25-26].

miércoles, 2 de mayo de 2007

Unas imágenes I

Agregamos unas graciosas imágenes de mates que nos dio Pez.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Decir el mate, decir el poeta, decir la patria

Otro poema. Esta vez, Antonio Esteban Agüero. Pero antes, unas notas.

Agüero es una figura extraña. En él se dio una cierta ambigüedad. Se ha dicho varias veces que su verso creció desde el lenguaje simple. Usó siempre el verbo popular para realizar el máximo potencial estético, para ser expresión elevada de la trayectoria, contexto y circunstancias de su tierra. Sin embargo, extrañamente, le ocurrió a él como a varios grandes intelectuales, poetas, pensadores, artistas argentinos del siglo XX: a pesar de su profundo compromiso con el elemento nacional y popular, por uno u otro motivo, en el momento clave que marcó el ascenso de las mayorías hasta entonces sometidas, excluidas, silenciadas, en el momento del regreso de las clases populares al centro de la escena histórica como protagonistas y hacedoras de su propio destino; ese momento lo halló lejos. Lejos, no sólo del movimiento político en que el pueblo se integró —al que se opuso pagando con una fugaz prisión—, sino también lejos del pueblo.

Es que Agüero no era un político, a pesar de haber ocupado algunos cargos políticos, ni mucho menos un demagogo. Fue ante todo y fundamentalmente, un poeta. Quizá por eso, más allá de ciertos circunstanciales reconocimientos —otorgados especialmente post mortem, tras una muerte solitaria, en el desamparo material—, permanece entre las sombras de la cultura argentina, en gran medida negado por los aparatos ideológicos dominantes. Y es que la sensibilidad extraordinaria de Agüero para aprehender, interpretar y expresar el elemento nacional y popular, desde su visión de hombre criollo de su tierra, puntano, argentino, americano, se encuentra precisamente en las antípodas del sentido con que aquellos aparatos pretenden modelar nuestra cultura.

Veamos, entonces, como el gran poeta de la Villa de Merlo, dice el mate. Haya, quizás, otros poemas más logrados que podremos transcribir. Pero es importante ver cómo, al decir Agüero cosa tan pequeña como el mate, con su color local, con su referencia puntana, con sus añoranzas, con sus nombres propios, dice su pequeño país proyectándose.

"Porque sábado es hoy y la mañana
como una fruta desde el tala cae,
y soy joven y sano, y me navegan
tradiciones y música la sangre,
quiero ser otra vez entre vosotros
para decir y celebrar el Mate:

"De Guarania nos vino con la Yerba
que resume fragancias tropicales,
y ese barro de Amércia que un día vio
que llegaban sigilosas naves,
con cadenas, y perros, y arcabuces,
y duras voces vulnerando el aire;
Verde Yerba de América, divina
como todas las cosas naturales;
Santa Yerba de América sembrada
por quien hizo los ríos y las aves,
ya tendió la llanura hacia naciente,
y hacia poniente levantó los Andes,
y la Coca sembró para los Quichuas,
y el Algarrobo para pan del Huarpe.

"Yo era niño —recuerdo— y la primera
memoria verde se remonta al Mate,
en mi casa de Merlo, donde el día
comenzaba a girar cuando mi Madre
sorprendía el hervor de la tetera
entre volutas de vapor quemante;
Y era luego la lenta ceremonia,
vieja suma de gestos y ademanes,
aquel ir y venir de la cuchara,
la visión del azúcar, el fragante
esplendor de la Yerba, la bombilla
con doradas virolas y espirales,
y el porongo de plata que tenía
curva de seno adolescente y grácil,
y cobraba, de pronto, en la penumbra
nítida luz de religioso cáliz;
Ubre dulce me fue, mi vino verde,
mi pan primero, mi nodriza amante.

"Yo recuerdo sus íntimos sabores,
y también sus diversas variedades:
Dulce Mate del alba que se bebe
morosamente al emprender un viaje,
en la puerta de casa mientras miro
entre neblinas despertar el valle;
Y aquel Mate primero del retorno
por la sombra con grillos de la tarde,
que nos vuelve liviana la fatiga
sobre los hombros como un ala de ave;
Y ese Mate que beben los Troperos
cuando regresan de Salinas Grandes;
Y aquel Mate nocturno que me diera
una muchacha cuya boca suave
daba un beso primero a la bombilla
como manera de poder besarme;
Y aquel Mate gustado en la cocina,
escuchando al anciano Magallanes,
dibujar sobre el humo las historias
del Niño Ladino y de Urdemales;
Y aquel Mate que sabe a beramota;
Y aquel que a mastuerzo y mejorana sabe;
Y el que guarda memoria del husillo;
Y el que una gota de aguardiente trae;
Y ese Mate gustado en la penumbra
que conforman higueras y nogales,
mientras crece la siesta, y la cigarra
el masculino corazón me tañe;
Y aquel Mate de bodas, con su gusto
a rama nueva, a porvenir, a encaje;
Y ese Mate bebido en Carolina;
Y el que bebí en la Sierra El Gigante;
Y el que un día me dieron en Trapiche;
Y el que supe gustar en Rumi-Huasi;
Y aquel fúnebre Mate que bebimos
en el velatorio de Adelaida Chávez,
lamentando su muerte y admirando
su juventud de porcelana frágil…

"Pueblo somos por Él; desde centurias
su costumbre nos forma, como sabe
modelar un cacharro el alfarero
con la destreza de su mano suave;
Él nos dio, generoso, las virtudes
que entrelazan raíces esenciales
en el nudo del ser, y nos perfilan
un idéntico rostro innumerable;
Porque en Él se juntaba la Familia,
como el agua diversa sobre el cauce,
y al juntarse quebraba el egoísmo,
el monólogo torpe, las cobardes
galerías del odio, y frutecía
sobre mazorcas de granar afable;
Y nos fue profesor de democracia,
a pesar de los hierros coloniales,
porque supo igualar en la bombilla
la sed del Hijo con la sed del Padre,
el dolor de la criada y la señora,
la artura del rico con el hambre
milenaria del pobre, de tal modo,
que supimos medir en lo que vale
la celeste razón que nos convierte
en ciudadanos civilmente iguales.

"Y por qué no decir las Cebadoras,
que vestidas de sedas o percales,
o calzadas de tímida alpargata,
o con zapatos de charol brillante,
bajo el sol y la luna de la Vida
supieron darme los mejores mates;
viejas eran algunas, con el rostro
a corteza del molle semejante,
lindas eran algunas, otras feas,
desgarvadas, coquetas, elegantes,
con el cabello retinto como el ala
voladora de tordos y zorzales,
o teñido por el leve plenilunio,
o lo mismo que sombra de trigales,
pero en todas igual se prodigaba
la gracia criolla como miel amable.

"Sólo nombres conservo, como guarda
de las flores su olor el caminante:
Doña Mercho Cornejo, Lola López,
Francisca Cuello, Pancha Orozco,
Adelina Yanzón, Rosario Báez,
Clara Chirino, Petronila Gómez,
Minerva Leyes —prima de mi padre—
Doíía Delia Baigorria, Doña Isaura,
Sara Bedoya, Encarnación Morales,
y una anónima joven de Punilla,
y por la siempre recordada Carmen.

"¿Por dónde andarán ahora que las digo,
y las vuelvo una esencia para el arte?
¿Cuál cocina gobiernan? ¿Qué alacena
acomodan y limpian? ¿Qué zaguanes
las contemplan barrer por la mañana
con las escobas de pichana? ¿Cuáles
los arcones que ordenan en domingo?
¿Qué chirigua las oye entre los sauces?
¿Dónde sueñan, o lloran? ¿Dónde ríen?
¿Bajo cuál piedra con su nombre yacen?

"De repente me callo porque siento
una voz que me nombra, y acercarse,
sobre un tímido andar y una mirada,
cálido, y dulce, y nacional, el Mate…",


Digo el mate

[Un hombre dice su pequeño país. Francisco A. Colombo, Buenos Aires, 1972. Págs. 47-52].

jueves, 8 de febrero de 2007

Una despedida...

A algunos de nosotros siempre nos sorprendió como Larralde, este cantor y guitarrero nativo de Huanguelén, siempre fue capaz de partir de elementos muchas veces simples, cotidianos, para construir desde el verso imágenes tan profundas, tan complejas, con tanta sensibilidad.
El gran decidor canta unos versos milongueros y orilleros --que nosotros transcribimos de oído-- para el compañero y hermano, al momento de su despedida. ¡Qué destino más sotreta!

"Mi viejo mate galleta,
¡qué pena me dió perderte!,
¿qué mano tronchó tu suerte?
Tal vez la mano del tiempo.
Si hasta creí que eras eterno…
nunca imaginé tu muerte.

"En tu pancita verdosa,
cuántos paisajes miré,
cuántos versos hilvané
mientras gozaba tu amargo.
Cuántas veces te hice largo,
y vos sabías porqué.

"Cuando la yerba escaseaba
por falta de patacones
nunca pediste razones
pero me diste consejo:
chupá, pero hacete viejo
sin llegar a los talones.

"Y en esos negros inviernos
cuando la escarcha blanqueaba
tu cuerpito calentaba
mis manos con su calor
pa' que el amigo cantor
se prendiera a la guitarra.

"Y ahí nomás se hacía la farra,
vos y yo en un mano a mano,
mate y guitarra en el claro,
mate y guitarra en la sombra,
en leguas a la redonda
no hubo jagüel orejano.

"Ah, compañero y hermano,
¡qué destino más sotreta!
Nunca le dí a la limeta,
en vos encontré la calma.
En este adiós pongo el alma,
mi viejo mate galleta",

José Larralde, Mi viejo mate galleta.

jueves, 25 de enero de 2007

Satisfacción a la mano

Unas reflexiones de Adolfo Bioy Casares en el relato con el que Luis Bordenave, protagonista y narrador de Dormir al sol, solicitaba a Félix Ramos su atención, credulidad y asistencia frente a sus extrañas, desesperantes circunstancias. La novela es de 1975.
"El mate que, según leí en el Mundo Argentino, agita los nervios, me tranquilizó. Por mínima atención que pongamos, algo nos entretenemos en tomarlo y pasarlo después para que lo ceben y lo tome otro. Yo diría que la redondez de la calabaza infunde en la mano satisfacción: no me pregunte el motivo. Seguramente yo discurría sobre esto para no pensar en lo que me atormentaba. En parte lograba ese intento",
[Dormir al sol. Emecé Editores, Buenos Aires, 2005. Pág. 156].

martes, 16 de enero de 2007

Dios es argentino

Una visión de Ricardo Carpani acerca de Dios. Podemos apreciar el detalle del mate que hemos usado en nuestra guarda derecha, integrado en la totalidad de la obra Dios es argentino, de 1993.
Alguna referencia más sobre el artista:
http://www.temakel.com/pintrcarpani.htm
http://www.paginadigital.org/articulos/2004/2004cuart/varios/carpani25-10.asp